“Me
lo han pedido mi mujer y mi mamá, de rodillas”. No hay una mejor y más
concluyente explicación para tomar una decisión dolorosa, que la
petición expresa y sentida de las dos personas que todo hombre más ama
en la vida. Por mucho que al otro lado esté todo lo que dio sentido a la
misma, todo lo que completó el trabajo de décadas, todo lo que generó
sentimientos, felicidad, experiencias y amistades en muchos casos
eternas. El fútbol, su sol y sombra, le ofreció una vida llena de
satisfacción personal y retos conseguidos. Un viaje a la élite, a la
máxima competitividad y a la fama por el simple hecho de disfrutar y
desarrollar bien tu trabajo. Le abrió puertas inimaginables (llegando a
la Liga), le preparó en los mejores escenarios (logrando ser finalista
de la extinta UEDA), lo encumbró a la etiqueta de mito en algunos
círculos concretos (Alavés de Vitoria) y hasta le situó como icono
referencial de un campeonato cuando nadie recordaba ya sus gestas
(siendo máximo goleador del campeonato mexicano hace unos meses en
Toluca).
Pero el fútbol, su reconfortante elixir
diario y la cálida defensa de quienes lo adoran, debe esperar sin demora
ni duda posible cuando el corazón avisa. Y este, combativo, enérgico y
bregador constante, al menos, decidió primero avisar antes de actuar.
"Tengo decidido no continuar más en el futbol. Es una decisión personal
y, más aún, familiar”, decía con voz valiente aunque cara desorientada,
el uruguayo Iván Alonso, actual delantero estrella del Toluca mexicano, ex jugador de la Liga española en clubes como Alavés, Espanyol o Murcia
y otrora, adolescente criado en River Plate charrúa. Era su rápida,
directa e inamovible postura, una respuesta hacia ese corazón herido que
le hizo desvanecerse hace unos días mientras hacía el trabajo de
pretemporada en las playas de Acapulco.
Con determinación y sin aspavientos,
Iván anunciaba la decisión de dejar a un lado el fútbol para centrarse
en su salud por encima de todas las cosas. Y en su memoria, un recuerdo
sobre una situación similar cuando jugaba en España y la dolorosa mirada
atrás que le hace temer consecuencias irremediables si no consigue
separarse de la pelota. "A mí se me murió un compañero en mis brazos,
Dani Jarque, por problemas cardiacos. Y teniendo eso en cuenta,
habiéndolo vivido y sabiendo cómo puede poner en peligro esto cualquier
cosa que intente hacer desde ahora, está claro. El futbol ya no me
importa. Hasta hace poco era mi vida y le he dado todo. Pero ahora, uno
se da cuenta de lo que importa”, destacó con las ideas claras y la
mirada perdida en lágrimas, que recibían mensajes desoladores de sus
piernas.
Esas que le permitieron debutar en la
Primera División Uruguay cuando aún era un niño, las que le sirvieron
para ganarse unas maletas destino al mejor Alavés de su historia, las
que le hicieron hueco en el Espanyol de nuevo siglo o las que lo
convirtieron en uno de los goleadores históricos del Murcia. Las mismas
que incluso ahora, con 33 años y el corazón reblandecido, le habían
permitido ser el máximo goleador del torneo mexicano en el Apertura 2011
y Clausura 2012. Ahora, esas piernas deberán contentarse con poder
tocar la pelota en calma y reposo, sobre el nivel del mar, pues tras
practicarle un cateterismo, los médicos han asegurado que debe vivir en
un lugar mucho más estable y playero (en Toluca jugaba a más de 2.600
metros).
Un retiro sincero, exigido por un
contexto triste y de temibles consecuencias para quienes lo rodean.
Pero, a su vez, un adiós acertado, valerosamente afrontado y con la
suficiente fuerza como para que, en unos años, Iván Alonso caiga en la
cuenta de que su mejor gol no estuvo en Mendizorroza, La Condomina,
Montjuic o el Nemesio Díez, sino en el que acaba de marcar sentado y
alzando el brazo por su vida. Un gol único. Un gol, a corazón abierto.
Via | Futbol Primera