Recuerdos Gerónimo Barbadillo "El Patrulla"
Artículos a destiempo sobre jugadores extraños. Lo hacía un poco por
tocar los huevos, aunque últimamente creo que ya ni lo consigo, y son mi
marca de fábrica así que ahí va. Gerónimo Barbadillo,
el Patrulla. Cromo tirando a icónico por lo suyo en el Perú y el en el
Avellino imprevisible de los primeros ochenta. Patrulla. Su apodo nació
de millones de peruanos vomitando televisión de derribo y su leyenda de
balancearse con delidadeza por la línea que tensa el carril del ocho.
Con la franja peruana, en México lindo y querido o con la verde del lobo
irpino.
Hubo un tiempo en que insulté, yo sólo y voz en grito frente al
ordenador como hacen los deficientes, a los que escriben sobre
futbolistas que nunca han llegado a ver en vivo y en directo. ‘Eh!, que
yo también lo hacía, pero con mesura, no como esos astutos practicantes
del panegírico sobre sombras. Hoy reconozco que me equivocaba. De tanto
comer fútbol, por el empacho de la actualidad, me ha apetecido contar
sobre el negro del afro que regateaba jugadores más ricos que él en el
calcio 80. De una sombra que está sentada, tomando mate, en el
hemisferio derecho de mi cabeza. Como nunca le he visto contaré como se
cuenta en la barra de un bar a no se sabe ni que hora. Será insuficiente
e inconexo y si lo leen así les hará más gracia.
A Barbadillo le llamaron Patrulla, apodo que le hubiera sentado mejor
a algún carnicero de los que juegan con el dos en la espalda. Y todo
porque se dejó el afro. La tele setentera del Perú escupía sin desmayo
las andanzas seriales de tres policías mercenarios, aquello se llamaba
Patrulla Juvenil y uno de los protagonistas era un negro con más rizos
que Julius Erving. Dos más dos son cuatro. Y ahí
arrancó el Patrulla, en Sports Boys del Callao para regatearse al mundo y
acabar triunfando en Deportivo Lima y luego mucho, muchísimo más, en la
U de Nuevo León. Después Italia.
Me cae bien el Avellino por lo mismo que muchos
otros equipos de medio pelo que sólo han remontado la ola en un par de
ocasiones. Son como el Oviedo. Los lobos además juegan de verde, color
de camiseta precioso y ennoblecido desde el día que molestó en la
narración a algún comentarista imbécil, tienen un estadio tipo bañera
lleno de italianos del sur y han desaparecido del mundo tras unos años
de dulzura moderada en la cima. Tenían también a dos negros eléctricos,
Juary y Barbadillo. Qué coño, me cae muy bien el Avellino.
Aparte de por vestirse de indio apache para un anuncio de los que se
hacían cuando la canción del Cola Cao no molestaba a nadie, Barbadillo
dejó su sello en la liga italiana. El Patrulla llegó a una ciudad
destrozada por el terremoto que sacudió la Irpinia en el 80 y la
reconstruyó ladrillo a ladrillo al menos en lo futbolístico. Regate
aquí, regate allá y diez goles que fueron oro en las tres salvaciones
consecutivas del club. Mágico en el Cadiz, ya saben. Luego se fue al
Udinese y allí sigue entrenando a los juveniles que un día colocará
Quique Pina en cualquier equipo del infra español. Bueno allí en Udine, y
en los recueros, inventados y pajeros, de algún farsante como yo.
Comentarios