14 de octubre de 2011

Lavolpe visita al San Lorenzo


La Volpe visita a un Ciclón urgido, cuya valla defendió en los 70 y con la que mantiene lazos. El faso, el tropiezo y el deseo de volver...

Con la polémica no en el banco o en los micrófonos, sino en los guantes, cuando el símbolo que encarnan los bigotes iban y venían (o se juntaban con la barba), Ricardo La Volpe era el arquero de San Lorenzo. Lo fue desde 1975 a 1978, después de lo cual fue parte del plantel argentino campeón del mundo. Y, lógico, ese paso le dejó una huella, que revive en las mesas que arma (y armó a cada regreso de sus aventuras en México o Costa Rica) junto con el Loco Ricardo Maletti, Puchi Sánchez y Jorge Olguín. Jugarreta del destino, hoy La Volpe visitará el Gasómetro sin buzo, como entrenador de un Banfield que puede empujar al Ciclón un poco más hacia la angustia por los promedios, y comprometiendo el trabajo de Omar Asad.

Lanas frondosas, porte imponente, “tenía la misma personalidad que ahora, y era un compañero de roble, lo querían todos”, cuenta Alfredo Gatti, periodista partidario del CASLA y amigote de Ricardo de toda la vida, al punto que paraba en su casa cuando partió a atajar en tierras aztecas. Hay ritos o señales que se repiten en uno y el otro La Volpe. El cigarrillo, por ejemplo. Si hasta los que lo conocen de aquella época detallan que fumaba hasta instantes antes de entrar a la cancha y que, casi como cábala, descartaba el pucho en el último escalón del Viejo Gasómetro. Otra anécdota, formadora de su dogma, se dio en el Metro de 1976. Por querer salir jugando, Ardiles le robó la pelota y terminó convirtiendo uno de los tres goles con los que el Globo venció a San Lorenzo 3-1 en el Ducó. Su lunar en Boedo. Sin embargo, no le hizo cambiar su idea, años más tarde, sobre cómo deben hilar sus equipos desde el fondo. Pintón y dandy, sus viejos laderos sostienen que hasta bombas de la farándula del momento se acercaban a Avenida La Plata, tras los ensayos, para expresarle su admiración.

Hoy estará en el banco rival y, sabe, un triunfo suyo acrecentará el dolor. Pero, a sus íntimos, les bate: “Dirigir al Ciclón es una cuenta pendiente”.